TESTIMONIOS. Según cifras de Carabineros, 3.841 menores de edad han cruzado por pasos clandestinos del norte este año. Piden abordar compleja situación desde un punto de vista humanitario.
La fuerte reactivación del flujo migratorio que se advierte a diario en Antofagasta evidencia la crudeza de forzadas travesías especialmente para menores de edad, integrantes de grupos familiares que han ingresado al país por pasos no habilitados y se dirigen a regiones del sur, principalmente Santiago.
«Lo que principalmente comemos son dulces por la necesidad de azúcar… y pan, principalmente pan. Eso afecta a los niños», dice la venezolana Kesia Chirino (34) en un sector costero de la ciudad de Antofagasta. La mujer marcha junto a su esposo y una niña (8), con quien ha debido soportar las frías noches invernales durmiendo a la intemperie, según comenta.
De acuerdo a datos de Carabineros, desde inicios de 2020 y hasta el 31 de mayo pasado un total de 3.841 menores de edad habían ingresado al país por pasos no habilitados entre las regiones de Arica y Parinacota, Tarapacá y Antofagasta. Un registro en el que la Segunda Región muestra una menor incidencia (25 casos) durante este período, aunque surge como ruta obligada para los extranjeros que avanzan en dirección al sur.
Terminal
Como muestra del progresivo ingreso de menores de edad al país por pasos no oficiales, hace unas semanas el delegado presidencial provincial del Tamarugal, Natan Olivos, informaba que este año han ingresado a la Región de Tarapacá 2.095 menores de edad por pasos no habilitados próximos a Colchane. En este contexto, y como parte de un aumento progresivo de ingresos de niñas y niños extranjeros al país, la mañana de este martes el Terminal de Buses de Antofagasta evidenciaba un duro indicio de esta contingencia. En las afueras del recinto un alto número de menores edad formaban parte de los centenares de extranjeros que aguardaban la toma de exámenes de antígenos para seguir sus trayectos hacia el sur del país.
Frente a esta realidad que se ve a diario y desde hace unas dos semanas en el rodoviario de la ciudad, el gobernador regional de Antofagasta, Ricardo Díaz, llamó a abordar el aumento en el flujo migratorio desde una perspectiva de salud pública y derechos humanos. «Estamos frente a una situación humanitaria muy grande, que podría afectar el control que hemos tenido nosotros de la pandemia hasta ahora. El tema de la migración es algo que está sin control y nos hemos dado cuenta que han ido ingresando a la región por distintos pasos y formas», comentó.
«Se debe actuar con un amplio sentido de respeto a los derechos humanos, de respeto a muchos niños que están acá, que no han pedido venir, que no han pedido migrar, pero que están acá y que están viviendo largas horas sentados a la intemperie, con hambre y sin poder atenderse», agregó. Una realidad que se extiende también fuera del terminal de buses de Antofagasta, como ocurre en sectores costeros próximos al Balneario Municipal. En el lugar, entre una decena de carpas distribuidas por el sector, pernoctan frente a la humedad costera grupos de extranjeros acompañados de menores de edad, incluso lactantes.
Aguantar hambre
«Ha sido fuerte esta experiencia, pero qué más nos queda», comenta en el Terminal de Buses de Antofagasta la venezolana Yamilet Pimentel (49), mientras su nieto permanece sobre unas maletas cubierto con una manta.
«El niño me ha dado fuerzas y ánimo para seguir», agrega la mujer procedente de Caracas, y quien reconoce haber ingresado por Perú a Arica a través de un paso no habilitado. En el rodoviario varían las experiencias entre quienes han podido pagar por alojamientos y traslados en vehículos en su tránsito hacia el sur del país, de los más desvalidos y con menos recursos que deben apostar por la marcha o hacer «cola» o dedo a algún transportista o conductor. «Salí con US$500 dólares de Ecuador, y ya he gastado unos US$200 solo en transporte. Uno se aguanta el hambre, pero los niños no», explica con resignación Juan Peliza (37), quien encabeza un grupo familiar con cuatro menores de edad, el más pequeño de un año y en brazos de su madre.
En ese sentido, desde el Servicio jesuita a Migrantes advierten sobre las precarias condiciones en las que se encuentran este grupo de personas, contabilizando hasta ayer a 72 menores de edad entre ellos.
«Vemos con preocupación cómo estas familias pernoctan en el estacionamiento del terminal, sin acceso a servicios básicos o recursos para alimentarse y haciendo frente a temperaturas muy bajas por la noche, (lo que contrasta con el calor del día). Hay que subrayar además que el grupo de gente cambia constantemente», enfatizó la directora social del organismo, Valentina Latorre,
Latorre agregó que «la sedel SJM Antofagasta ha monitoreando de cerca la situación actual de las y los migrantes y entregaremos apoyo a través de las ollas comunes, junto a la entrega de kits de aseo, entre otras medidas, en el marco del trabajo intersectorial que realizamos en la región y que esperamos que se amplíen a lo regional, intersectorial y con un enfoque integral y humano».
Según datos del «Plan de Invierno» del Ministerio de Desarrollo Social, la Región de Antofagasta cuenta con tres albergues con 20 cupos cada uno para personas en situación de calle. En tanto, en lo que respecta a albergues para personas extranjeras, Daniela Aguilera, directora de la organización cristiana ENA (Esperanza, Niñez y Adolescencia), quien encabezó hasta julio pasado un proyecto de albergue para familias migrantes, afirma que este era el único de su tipo hasta aquel momento en la comuna de Antofagasta, dentro de los servicios de redes de apoyo para migrantes.
Recuadro:
‘No han pedido venir, no han pedido migrar, pero están acá y están viviendo largas horas sentados a la intemperie’
Ricardo Díaz gobernador regional
«Salí con US$500 dólares de Ecuador, y ya he gastado unos US$200 solo en transporte. Uno se aguanta el hambre, pero los niños no»
Juan Pelliza viaja con cuatro niños
Fuente: El Mercurio de Antofagasta
Fuente: El Mercurio de Antofagasta/Camilo Alfaro-Agencia UNO